De el ladrón de mandarinas |
Hasta hace poco yo era muy amigo de mi sofá, y mi perro y yo disfrutábamos de él como si fuera uno de los mayores placeres de la vida, algo cierto pero en su justa medida, como casi todos esos pequeños vicios o licencias que nos permitimos habitualmente para romper la monotonía.
En ese momento de mi vida que ya estaba harto de chupar cojines de sofá, va un buen amigo y se compra un bar en La Laguna... ¡¡UN BAR!!... ¡¡EN LA LAGUNA!!.
De el ladrón de mandarinas |
Cuando lo estaba arreglando (yo ayudé poco... no, mentira, MUY POCO) ya se me pasaba por la cabeza aquellas series que de adolescente (pibito, vamos) me tragaba como bebé pegado a un biberón y donde las tramas circulaban en torno al mundo de la barra del bar: Cheer's, Friends (Central Perk), Los Simpsons (La Taberna de Moe), Aída (Bar Reinols), Ed (Stuckey Bowl) y la innombrable 90210, con el Peach Pit como centro de reuniones.
De el ladrón de mandarinas |
Bueno, vale pues si unimos café y leche nos sale un cortado, o sea que yo ya no paro en mi casa por culpa del bar que siempre quise tener, donde llegar y que todos te conozcan y te llamen "Noooooooorm!!" al más puro estilo Cheer's. Hombre no sucede así exactamente (yo tampoco lo pretendo) pero sí tengo esa sensación cada vez que cruzo la puerta, es como si El Ladrón de Mandarinas fuera otra habitación más de mi casa.
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